viernes, 19 de noviembre de 2010

Insomnios

En esta calma repentina
no quiero cerrar los ojos,
ni que el sueño de la noche
me aleje de ti.

La soledad de la vigilia
es sobrecogedora,
bella y plácida -dicen algunos-
pero a mí
me consterna, sin matices,
y me sumerge
en un oscuro lugar
donde no hay ventanas.

No quiero cerrar los ojos,
pero el cansancio los vencerá
en la madrugada.

Sólo déjame tu mano abierta
para que me amarre
cerca de la dársena de este puerto
sin luz.



©Yolanda Gutiérrez Martos 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

La Petita

Tú yo,
éramos otros;
veníamos de otros lugares,
de otros trajes perfumados
de otras costumbres,
de amores rotos, o tal vez,
de lo que no fueron amores,
sólo despojos
de otros
que no fueron nadie.

Tú eras el hombre de la eterna sonrisa
yo,
la Petita que habitaba en sus soledades.
Eras el fuego
que al tocarlo abrasa, y yo,
decidí quemarme;
arder en la pequeña calma
en la que se mecen junto a ti
los días, y olvidarme -algunas veces-
de mí misma,
de que escribo versos
que saben a melancolía,
a ausencias que no merezco,
y a pura tristeza.

Tú y yo,
somos aquellos que coincidieron
entre las hojas de un libro de poemas.


©Yolanda Gutiérrez Martos 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

He dejado tantas cosas

He dejado para luego tantas cosas,
-la Vida, a resumidas cuentas-
sin rebelarme, ni alzar una palabra
más que otra.
Lo creí mi destino,
convencida de que las oportunidades
caerían como la lluvia
Pero me faltan abriles en la memoria
y ahora también, en el calendario.

Cada nuevo día me perfumo
con el trágico aroma de lo perdido.

Y es que hubo una vez un tiempo
en que hubiese engendrado una vida nueva
de piel recién nacida
y manos pequeñas.

No imaginé que los años
pasarían con sigilo entre mis dedos.

Dejé para luego tantas cosas,
la propia Vida,
a resumidas cuentas.



©Yolanda Gutiérrez Martos 2010